Eleder Landabaso Etcheverry, nació en Deusto hace 45 años, actualmente reside en Bilbao. Se considera un enamorado de la naturaleza, en ella encuentra consuelo y belleza. Le encantan Urkiola y Urbia. Su familia tenía un precioso caserío en Angelutxu, un barrio de Natxitua, cerca de Gernika, y allí desde pequeño empezó su idilio con la naturaleza siendo la semilla de su creciente compromiso en la lucha por revertir los efectos del cambio climático. Recientemente, como voluntario de TAU Fundazioa y Eguzki ha participado en el Zuhaitz Eguna de Barakaldo y como “buscador en la solidaridad”, desde el equipo de TAU, hemos querido darle voz en esta sección de la revista.
¿Cómo llegaste a conocer y a implicarte en organizaciones como TAU y Eguzki?
Hace ocho años me fui a vivir cerca de la Parroquia de los franciscanos en Irala, me acerqué con la intención de integrarme en algún grupo y terminé encontrando acomodo en Asis Sarea, donde conocí a Josu Urriola que me invitó a participar en una reunión de TAU. Desde esa reunión, formo parte del grupo de voluntariado en Bizkaia siendo mi conciencia social el motor para el compromiso en esta ONGD franciscana.
En Eguzki, llevo implicado menos tiempo, tan solo un año. El radio de acción de esta organización ecologista es muy amplio pero colaboro en un grupo local en Barakaldo. Hacemos escritos de incidencia y solicitudes a las instituciones planteándoles nuestras iniciativas. Recientemente hemos conseguido que el ayuntamiento coloque un par de contenedores en el parque de Gorostitza así como ceniceros en las papeleras del pueblo. Estamos convencidos/as, que con pequeños gestos se pueden lograr grandes metas. Ese es nuestro objetivo, concienciar a la ciudadanía de que podemos hacer mucho más de lo que pensamos.
¿Qué objetivos comparten una ONG de Cooperación al Desarrollo como TAU con una organización ecologista como Eguzki que trabaja a nivel local en Bizkaia?
En mis años de instituto, un profesor nos habló sobre la teoría Gaia de James Lovelock, que plantea que la Tierra es un ser vivo en sí mismo. Caló muy hondo en mí aquella teoría. Una bolsa de plástico que arrojas a la ría o la compra de un determinado alimento en Bilbao, tiene impactos directos sociales y ambientales en otros lugares de la tierra. Todo está conectado.
Por lo tanto, si todo está relacionado, las pequeñas actividades que llevamos a cabo en Barakaldo, no me cabe duda que tendrán su efecto, también en el Sur. Una naturaleza sana y ocupando el espacio que se merece, es el mejor parapeto para frenar los efectos del cambio climático, que tanto afectan a otras personas que viven por aquellas latitudes. Ni qué decir, que la situación de pandemia actual quizás no hubiera llegado sin tanta deforestación y contaminación. Aquí en el Norte nos toca asumir nuestra responsabilidad y dar pasos, por minúsculos que estos sean, para frenar, en la medida de lo posible los efectos del cambio climático. Porque no debemos olvidar, que a nivel global, pocos países son los responsables principales del cambio climático. Euskal Herria es uno de ellos, y el resto sufre sus consecuencias.
¿Es posible luchar contra la pobreza sin cuidar de la naturaleza?
Es que no se trata de solucionar una o la otra, ambas tienen la misma raíz, el desorden e impacto de la actividad humana. “Arregla al ser humano y arreglarás el Mundo”, leí una vez de niño y no dejo de pensar en esa reflexión.
Pienso que el planeta ofrece todos los recursos necesarios para que no exista pobreza, pero debemos resituar las maneras de consumir, esto es, en el Norte deberíamos decrecer para que en países en desarrollo puedan consumir un poco más. Y ni qué decir, habría que dejar también de crear guerras allí para expoliar recursos más baratos y crear los productos que consumimos aquí. Creo incluso que deberíamos darle una vuelta de tuerca más al consumo. No se trata de equilibrar consumos entre el Norte y el Sur, sino de transformarlos hacia un consumo más responsable, sostenible, que mime muchísimo más la naturaleza, que se explote menos. No se trata de continuar exprimiendo el entorno, sino de crear espacios para que todos los habitantes del planeta tengan lo necesario para poder vivir dignamente, sin que la Tierra siga sufriendo por ello.
El 6 de marzo celebrasteis el “Zuhaitz eguna” de Barakaldo con el lema “Hitzetatik Zuhaitzetara”. ¿En qué consistió esta iniciativa?
El Zuhaitz Eguna surge a iniciativa de Eguzki Barakaldo pero dado mis otros activismos plantee la posibilidad de abrir la actividad a otros grupos, la idea gustó y nos pusimos a ello sumando a la iniciativa a otras tres organizaciones de sectores muy diferentes (TAU, el Club de atletismo Korrikazaleak y Agharas) Finalmente, el sábado 6 de marzo, integrantes de las cuatro organizaciones junto a vecinos/as de Barakaldo celebramos este día plantando 37 árboles (robles , alisos y fresnos) y dando un paseo didáctico por el río Castaños. De TAU también participaron Judith y Oscar. Un grupo diverso de personas con el objetivo común de conocernos y aportar en “auzolan” un granito de arena, concienciando a la población y ayudando a sanar la Tierra.
Quisimos aprender y disfrutamos de la mano de Equinoccio Natura la riqueza que aún conserva nuestro río, la flora de la zona y especies que lo habitan. En cambio, vimos también in situ el lamentable estado del Castaños, en el que encontramos mucha basura, porquería de todo tipo y tamaño; ocho carros de supermercados, plásticos, desechos del hogar, etc.
De esta actividad, una de las cosas que más me ha ilusionado desde el principio es que personas pertenecientes a diferentes ámbitos hemos conectado inmediatamente con la propuesta. Cuando el nosotros toma cuerpo, el sentimiento de unidad, colaboración, compañerismo y fraternidad, es impresionante. Destacaría el ejemplo de Agharas, una organización que trabaja en la inclusión de jóvenes bereberes en Barakaldo. Ha sido una delicia ver la implicación e ilusión de estos jóvenes. Si hubiéramos tenido 3000 árboles… ¡Los hubieran plantado todos!
¿Qué podemos aportar para hacer frente a los retos sociales y ambientales a los que nos enfrentamos?
Pienso que el gran desafío que tenemos, es, cambiarnos a nosotros/as mismos/as que es a mi parecer la raíz de todo lo que nos está pasando. Crisis como la de la pandemia actual nos están poniendo ante nuestra propia esencia humana. Debemos hacernos conscientes a qué nos enfrentamos, preguntarnos por las prioridades vitales y las de la naturaleza que nos da cobijo para poder cambiar las cosas. La conciencia y la educación me parecen herramientas fundamentales que nos pueden aportar las bases necesarias para un cambio profundo y duradero. Y en toda este proceso, la sociedad civil y los movimientos sociales pueden ser el germen de todo este cambio. Me parece que el cambio se dará desde abajo hacia arriba.
Querría terminar contando una historia. En la entrada de un túnel había un camión que por su altura no podía atravesarlo. Toda una serie de técnicos e ingenieros estaban estudiando cómo posibilitar que el camión cruzara el túnel y no estaban encontrando la manera de poder hacerlo. Desde uno de los coches que estaban parados en la larga cola que se estaba creando como consecuencia del bloqueo, un niño les propuso que desinflaran las ruedas del camión, de forma que pudo entrar y pasar por debajo.
Quizás la solución a todos nuestros males resida en lo humilde, simple y cotidiano.
Eleder Landabaso
Voluntario de TAU Bizkaia